Part 2 of the article written
by José Manuel Pallí. Part 1 was posted yesterday, May 25 and Part 3 will be
posted tomorrow, May 27.
LA TRASTIENDA DE LAS VISAS
EB-5
Por José Manuel Pallí
La idea detrás de éste programa que reduce a la mitad –de
un millón de dólares a medio millón- el monto de la inversión que el extranjero
que solicita un visado EB-5 para residir permanentemente en USA debe poner en
riesgo, es facilitar el cumplimiento de uno de los requisitos claves para la
obtención de la visa: la comprobación de que un mínimo de 10 empleos o puestos
de trabajo han sido creados por dicha inversión
.
La preocupación en cuanto a la efectividad de éste
mecanismo pasa por dos vertientes. Una es la posibilidad de que, aún
satisfaciendo cuidadosamente todos los requisitos que la ley migratoria exige,
al finalizar los dos años que deben transcurrir desde la aprobación inicial del
trámite –que se inicia a través del llenado de la planilla I – 526- la
adjudicación de la visa al inversor extranjero –una vez presentada la planilla
I – 829- le fuera denegada, por razones completamente ajenas a su diligencia y
a sus esfuerzos (por ejemplo, por que su inversión no generó suficientes
puestos de trabajo). La otra, que las sumas de dinero a arriesgar eran
considerables, lo que podia aumentar, también de manera considerable, el número
de gentes sin escrúpulos que se sintiera atraída por éste nuevo negocio de los
Centros Regionales.
Pero, para mí, tanto entonces como ahora, esos dos
argumentos solo eran capaces de disuadir a quienes sienten un mayor grado de
aversion por el riesgo que yó: si quiero obtener la residencia permanente en
USA y tengo el capital necesario para que mi petición de visa EB-5 sea aprobada,
buscaré al mejor de los Centros Regionales (hoy ya existen cerca de 80
autorizados) e invertiré mi dinero en aquel programa que me ofrezca (i) mejores
perspectivas de cumplir con el requisito relacionado con la empleomanía [1], y (ii) mejores garantías de que mi inversión,
una vez cumplida su función generadora de empleos, me será devuelta en un
tiempo prudencial. Lo que tengo que tratar de evitar a toda costa es entregarle
mi capital a algún “sanatero” (ver nota al píe # 1), y es aquí donde viene a colación mi largo
preámbulo y donde encontramos la explicación al cambio de opinión de mi primo y
tocayo.
Hoy, después de casi 20 años de experiencia con éste
programa de Centros Regionales, es posible encontrar alguno de ellos que ofrezca
lo que un iversionista bien avisado debe exigir. Pero la búsqueda la debe hacer
uno mismo –o con la ayuda de alguien de extrema confianza- para no depender de
las autoridades que regulan la oferta de instrumentos financieros, ni de las
empresas calificadoras, ni de las buenas referencias sobre gente que uno no
conoce .[2]
La “crisis” desatada durante los últimos tres años nos
regala ésta oportunidad de entender a cabalidad la necesidad de tomar el toro
por las astas y convertirnos a nosotros mismos en nuestros propios asesores
financieros –en ésta y en muchas otras situaciones-, sin temerle a nuestras
supuestas limitaciones. Es solo cuestión de ponerle manos a la obra.
[1] Invirtiendo el dinero a través de un
Centro regional autorizado, las posibilidades de cumplir con ése requisito
aumentan, pues se pueden contar los empleos
indirectos que se crean a través de la inversión –los que no tienen una
relación de dependencia con la nueva empresa comercial que recibe la inversión,
pero que se crean como consecuencia de la existencia de dicha empresa, como ser
los proveedores de la misma, por ejemplo-, y también los inducidos –que son los empleos que se crean en los comercios o
servicios donde los empleados, directos e indirectos, que genera la inversión
van y gastan el resultado del incremento en su poder adquisitivo. La importancia de éste rubro de los empleos
inducidos en una economía de consumo como la de USA es muy grande, al extremo
que, no hace mucho tiempo, un presidente de la Nación que le dío al pueblo una
rebaja o recorte en sus impuestos, no pudo con su genio y en el acto pasó a
recomendarles qué hacer con ese aumento inesperado en su poder adquisitivo:
“Ahora vayan y gasténselo rápido”…
[2] La ineptitud e ineficacia de los entes
reguladores quedó en evidencia en todo el mundo, de las empresas calificadoras
mejor ni hablar, y de nadie en la industria financiera hubiéramos recibido
mejores referencias que si las hubiéramos pedido (a cualquiera de los muchos
“expertos”) sobre Bernie Madoff. Por eso muchos inversores sofisticados
desconfían de todos esos recursos y se dedican a hacer lo que se llama
“shadow
rating”, analizando y calificando ellos mismos sus futuras inversiones.
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